Por Lola Benítez Molina

Málaga

Isabel Díez Serrano ofrece, con su obra “Réquiem por una madre”, la grandeza de su psique, de su poder creativo y de su sensibilidad extrema al darle aliento y vida y sentido a los bellos poemas de esta obra, que permiten dilucidar el caudal de emociones, sentimientos y evocaciones ante la muerte de su madre. Isabel nos muestra un alma profundamente dolorida, lo inefable con una sutileza y riqueza inigualables, pero, a su vez, es un libro abierto a la esperanza del reencuentro, inundado de fe y de uno de los amores más intensos que existe, el referido a una madre que lo da todo por sus hijos.

Cada verso destila un manantial de sabiduría. No es una madre ausente, no puede serlo, pues su savia permanece, aunque el dolor se hace innegable como demuestran estos magníficos versos:

Ya la tierra está también difunta

debajo del ciprés.

Ya se ve la mortaja en la cara de la luna.

La poesía de Díez Serrano “es justamente, refiere Tomás Segovia, esa cosa milagrosa de llegar a la sabiduría. Lo que siempre me ha deslumbrado de la poesía es que cuando ya no era joven y escribía un poema, yo sabía que no era tan sabio como mi poema. Es la poesía la que es sabia. Es lo milagroso. La tentativa del poeta es producir algo que le asombre a sí mismo”. La poesía de Isabel Díez nos seduce con sus luces y reverberaciones, perfectamente creadas por la poeta, portadora de esa sapiencia que muy pocos aciertan a alcanzar.

Ya la tibia azucena de tu boca

se quedó encarcelada en el recuerdo…

Aunque es un poemario impregnado de hondo dolor y palpitar, la presencia de la madre se hace patente e ilumina la vida de la autora, que destila, a su vez, profunda fe y esperanza, lo que sin duda da sentido a nuestra vida y nos transmite la luz necesaria para continuar el camino.

La poética de Díez Serrano tiene sus raíces, su génesis, en unos valores humanos y espirituales innegables, que generan esa vigorosidad, esa sensibilidad y emociones vivas extraordinariamente enriquecedoras, con una dignidad literaria paradigmática.

Isabel Díez es consciente no sólo de lo que quiere decir, sino cómo desea decirlo. De ahí la cohesión y la armonía que palpitan en cada página de su obra.