Qué cerca estaba Dios, qué alta su frecuencia… pero sé, bien me sé, que la muerte no termina nada y que antes de nacer ya hemos vivido. Se aprende de la vida, se aprende de la muerte como cuando la rosa crece hospitalaria en un vientre de trova. Lo mismo que se crece hacia la luz, se crece hacia la infancia, mientras el suave latido de la tierra nos acompaña, tal el latir de Dios.

Camino esplendoroso es la palabra y faro hermoso es que alumbra mi poesía en estos momentos especiales, este tránsito del Covid 19, que no entiende de razas, colores ni alaridos, chabolas ni palacios, Monasterios, Escorial frente a mí.

Fueron pocos días, pero los viví intensamente esperanzada de forma que, la palabra era mi consuelo, escrita, pensada, ese violín que llevo dentro del pecho aunque a veces, viéndome febril dudaba, sí, dudaba pero al tiempo sabia que, cuando una puerta cierra otra se abre y esos bellos pensamientos hacen que se diluyan la tristeza o el miedo. Antonio se hallaba hospitalizado en Hnos. de San Juan de Dios, rehabilitándose de la operación de una rotura de cadera. De pronto me informan de que no podemos ir a verle ni él salir, que ha pillado el virus y ha de estar el tiempo reglamentario de la curación más unos de encierro obligatorio para no contagiar ni ser nuevamente contagiado. ¡Dios!, dije, los dos a un tiempo y con la edad sobrada de lo que dicen “grupo de riesgo”, en este caso no me importaría que nos fuésemos juntos—cruzaremos la barca, así los hijos no tendrán que pasar dos veces el duelo–, pero, ante las noticias diarias que anunciaban las muertes junto con la casi más dolorosa de no saber dónde iban, adónde los llevaban, ni siquiera la familia podía verles ni darles el último adiós, último abrazo. Entonces la idea no me pareció tan genial. Volví a encontrarme con mis pensamientos esperanzados y mi palabra redentora, hasta me podría dormir con la paz interior que me reportaba. En resumen. Conviví con el “corona” pero no tenía miedo.

Sin embargo, ahora, después de pasados dos meses de este triste acontecimiento para todos, para el mundo, si pienso en un rebrote, dudo de que mis fuerzas se hayan recuperado tanto física como
psicológicamente.

Estamos ya en la escalada y mi fe y mi esperanza me están llevando de nuevo a un momento de conciliación con el virus, con los demás, conmigo misma. Y recordé:

Muerte, no te tengo miedo
sino un respeto imponente.
Sé que sólo iré contigo
cuando quiera éste que siento
en mi corazón presente:
mi Dios, mi Padre, mi Amigo.

Cumplamos con las órdenes gubernamentales establecidas aún a pesar de muchos, nos gusten o no, es lo que nos está llevando al éxito contra algo tan potente y tan malditamente desconocido para todos los países del mundo.

En estos días, el escritor y profesor Antonio Barnés me pide un poema para vídeo del “Congreso Dios en la Literatura Contemporánea”, junto con otros compañeros poetas o escritores, se ha puesto en la red: Yo a mi vez lo pongo en mi página de Facebook.es Isabel Díez Serrano y en mi blog: http://isabeldiez.blogspot.com/2020/04/video-corona-virus-para-antologiadios.html

«CORONAVIRUS 2020”
Volaba los espacios,
probó varios países,
atacaba sin más al ser humano.
No era bomba, ni guerra
Pandemia lo llamamos por su proliferación;
no entiende de colores, de lenguas ni alaridos
pero clava su zarpa en los más débiles.
Hasta mí, solapadamente llegó un día,
entró por los vitrales, me clavó el aguijón
y me dejó tendida.
Amor, dónde tú estabas?
Y Dios, qué detalle, que estaba conmigo: movió sus alas,
su luz limpió los alveolos, su frescura en un soplo
recorrió los ríos de mi frente
y dio cuenta de él desplazándolo herido
a otros lares donde pudieran soportarlo.
Rebelde, como los hombres, aún se inquieta
porque se sabe amenazado de por vida.
Todos le dan de lado.
Maldicen su apariencia.
Y tú dónde amor, dónde abrazarte?

También Julia Sáez-Angulo, periodista y escritora, desde Madrid, muy vinculada al Escorial me hizo una entrevista para LA MIRADA ACTUAL.

Podéis verla aquí, con los proyectos de aquí en adelante, aún a pesar de mi edad y el cómputo de mi obra en la actualidad.

Y como hablo de la palabra o Palabra que recrea el alma en éste o cualquier otro tránsito. Incluyo este paisaje maravilloso de un río de Cantabria del pintor Joan Coloma. La palabra y estos paisajes que encontramos aquí, allá, al lado mío, en El Escorial…

Igualmente no perdí mucho el tiempo que se me daba para el encierro, en estos días también pensaba en las procesiones de Semana Santa que se iban a dejar de recorrer por las calles de Sevilla, Valladolid o de cualquier pueblecito de España, según nuestra tradición Decidí celebrarlo con algunos amigos poetas enviándoles algunas de mis creaciones por wasap, así también el oído sentía al escuchar los silenciosos pasos de los nazarenos o los aldabonazos de los tambores de los que procesionan:

I
Cristo de la Vera Cruz.
El Escorial te pasea
mientras tu rostro hermosea
por las calles y al trasluz.
La luz del mundo, Tu Luz
llamea los corazones
y en terrazas y balcones
se manifiesta hoy el luto;
tu cuerpo yerto, impoluto
repartiendo bendiciones.
II
En el Gólgota fuiste coronado,
tu Vera-Cruz se guarda con hombría
y tu santa Hermandad por ti porfía
porque a todos libraste del pecado.
Clavado en el madero, sí, clavado
te contempla hoy el pueblo y a María
Madre de las Tristezas se confía
el duelo que dejaste en tu legado.
Tu sangre tan preciada y tan preciosa,
tesoro de cristianos que lloramos
la entrega de tu espíritu oneroso.
Bebamos esa sangre tan gloriosa.
Madero que, fervientes adoramos
costado tan preciado y tan precioso.