16 de Febrero de 2016

“CARTA DE LA CAMPAN(i)A DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO
¿LA POESÍA DE VIAJES ES UN GÉNERO?

Este autor, madrileño, afincado en Madrid, viajero por el mundo y amante de los paisajes cántabros de San Vicente de la Barquera y de la Galicia paterna, nos inunda con sus versos de viaje. Su libro “Carta de la Campan(i)a” (Aebius, Madrid) con una bonita dedicatoria “Para Claudia. Si Italia nos acoge la inspiración despierta” nos lleva a una pregunta: ¿La Poesía de viajes es un género?. A la vista de las páginas de su libro diríamos que sí, sobre todo al ver que el autor eligió ese singular camino o subgénero lírico que, precisamente, da para mucho pues Manuel Quiroga Clérigo además de buen poeta y buen narrador siente una gran curiosidad por conocer nuevos lugares, gentes distantes, mundos diferentes. De ello habla en este libro, por ejemplo “En Trapani”, “la noche tiene olor a nostalgia” o cuando dice “Desde lejos el mundo se siente más cercano” o al hacer constar que en ese universo, de repente, las “Carreteras perdidas con su fulgor de plata/nos siguen conduciendo al continente alado”.

Así, es capaz de describirnos una ciudad, mostrarnos un rincón, hablar de algo que le llamó la atención o pellizcó un pedacito de su corazón porque, el poeta, no nos hace una mera descripción de lo visto sino que le infunde ese soplo, ese lirismo que hace de su viaje algo casi íntimo. De esa manera lo sentimos al leer y nos invade un halo mágico que nos envuelve y nos llega a un lenguaje diferente al de la novela o el relato. Es el lenguaje de la Poesía, la cual se viste de magia o de misterio, embelleciendo la palabra que llega de muy dentro y al tiempo de muy lejos.

Esta “Carta de la Campan(i)a” nos muestra un bello recorrido por Italia, la Italia visitada y siempre recordada que el poeta visita con esa sensibilidad de cualquier ser humano al coleccionar los recuerdos del paso por los años y por la existencia: “De madrugada, sigo recordándote toda”. Y ese recordatorio, ese afán continuo, de seguir almacenando en la memoria todo lo bello que encuentra a su paso es lo que impacta al lector, pues continúa en su retina hasta maridarlo con la palabra, ese utensilio del poeta que se convierte en su mejor y más valioso tesoro.

Manuel Quiroga Clérigo tiene la virtud de escribir el verso largo, perfectamente sonoro, unas veces rimado y otras no pero siempre con ese peculiar ritmo de arte mayor como son el alejandrino o el endecasílabo, tan amigos de los poetas clásicos y de los buenos creadores pero a los cuales no tienen acceso de una manera tan agradable. En la página 15 de este libro leemos “Milán bajo la lluvia”, un poema extenso, una delicada prosa poética repleta de belleza y de musicalidad. Van apareciendo versos que se cortan en alejandrino, un endecasílabo, un heptasílabo… Nos referimos a ese ritmo tan ideal del metro italiano para el cual el autor tiene un oído fino y educado y es que escucha, más que oye, la cadencia del verso lo cual sucede no cuando se pretende sino cuando el poeta posee la experiencia y el gusto apropiados; no precisa, pues, crear formas nuevas sino adaptarse a lo ya conocido y darle continuidad porque está escribiendo, recordando, sintiendo, el ritmo de su propio corazón. Diríamos que Manuel Quiroga es un poeta viajero pero también del Interiorismo porque penetra en el alma de las cosas, se asombra ante ellas y las ama desde todos los comienzos: lo hace con ese lenguaje siempre poético y nunca cabalístico de su propia intuición.

“Es que Milán a solas es un mundo inventado, el lugar de los sueños, ese trozo de vida que alguien está esperando, el tapiz restaurado al que las primaveras regresarán constantes. Quedan los horizontes rodeados de espíritus, los caminos pausados de la lluvia temprana, las historias recientes de tranvías, balcones. Milán bajo la lluvia es un mundo de imágenes”.

¡He aquí un poeta!

Isabel Díez Serrano